Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




domingo, 29 de enero de 2012

Subjetividad en crisis. Consecuencias en la Clínica, la Educación y el Trabajo Social.

(Texto introductorio para la próxima Jornada del GTPG)
La subjetividad en tiempos de crisis e incertidumbre

Vivimos en tiempos de incertidumbre. Sin embargo seguimos pensando con las herramientas conceptuales de los tiempos de certeza. Profundas transformaciones sociales se han ido acumulando a lo largo de las últimas décadas, sin que nos hayamos detenido a hacer un balance, ni darnos cuenta de que ya no vivimos en el mismo mundo. Además, desde hace un par de años nos enfrentamos a una crisis, que nos produce la sensación de estar en caída libre, yendo de mal en peor.  El sistema parece haber sucumbido a sus contradicciones internas; parece haberse roto el barniz de los ideales que lo cubría. La nueva situación crea mucho malestar -miedo, ansiedad y angustia parecen ser los afectos que dominan-  y nos lleva, a los profesionales, a cierta desorientación en nuestras prácticas, ya sea en la cura analítica, en el trabajo social o la educación.
¿Qué está pasando realmente a nuestro alrededor?  El Grup de Treball Psicoanalític del Garraf propone abrir un espacio de interrogación y debate en torno a la nueva era de incertidumbre, en línea con el Seminario de la Escuela (“El orden simbólico en el siglo XXI no es más lo que era. ¿Qué consecuencias para la dirección de la cura?”).  En el Grupo del Garraf, la pregunta está menos acotada que en el Seminario, más orientada hacia (a) una elucidación general de la nueva era y la nueva coyuntura y (b) una reflexión, no solo dirigida a las consecuencias para la cura analítica, sino también para el trabajo social y la educación.
Tenemos muchas preguntas. Para comenzar se trata de definir los términos: “modernidad”, “postmodernidad”, “hipermodernidad”, “crisis”...  -¿qué significan exactamente?  No es fácil comprender lo que está pasando, porque lo nuevo nunca aparece aislado, sino que siempre está mezclado con lo antiguo. Como dice Beck : en el fondo hace mucho que todo ha cambiado, pero al mismo tiempo aún no sucede absolutamente nada. ¿Qué consecuencias tiene el desmantelamiento del Estado de Bienestar, para el trabajo social y la educación? ¿Cómo intervenir desde el trabajo social, cuando no se pueden prestar ayudas económicas a los usuarios?  ¿Cómo educar en esa especie de Babel informática donde vivimos? ¿Cómo salir a flote frente al Departament de Educación líquida que introduce cambios incesantes en la Ley de educación, es decir, frente a la politización trivial de la educación?  ¿Cómo sostener un lugar de alteridad, en el vínculo educativo, frente a una cultura esencialmente igualitarista?  ¿Cómo transmitir conocimientos en la era de la caducidad?  ¿Qué ocurre en la era digital, donde se confunden la comunicación con la incomunicación? Se ha dicho que internet es una máquina de desocializar, de destruir las relaciones humanas tangibles, convertir a la gente en crisálidas enclaustradas en su casa.  Pero, teniendo cuidado de no ser apocalípticos, ¿cómo convivir con la red o servirse de la red en educación?  ¿Podemos limitarnos a hacer una especie de acompañamiento del niño?
Vivimos una auténtica mutación demográfica.  Hay una infertilidad alarmante, una longevidad extrema -no menos alarmante-, una cantidad asombrosa de adopciones…  ¿Qué malestares introducen los sistemas de concepción asistida?  ¿Qué ocurre en las familias adoptivas, diversificadas, reconstruidas, monoparentales, homoparentales y algunas hasta tradicionales?  En estos tiempos de incertidumbre, todas ellas padecen un riesgo permanente de disgregación.  ¿Qué consecuencias tienen las repetidas disgregaciones para hijos, padres, madres, parejas líquidas?  Y lo que da miedo: ¿cómo estas familias van a volver a asumir la tarea de solidarizarse con los miembros afectados por la crisis y el desempleo, dejados caer por el Estado del desmantelamiento? ¿Y por qué Miller dice: el padre ha pasado del lugar simbólico al real y la madre ha seguido una dirección contraria[1]?

¿Cómo se va a tolerar el pasaje de la sobreabundancia a la pobreza, del sobretrabajo al desempleo multitudinario; qué malestares generará la nueva “escasez” en la era de hiperconsumismo?  ¿Qué va a pasar con la era del goce del objeto, esos objetos que consumen al sujeto más de lo que él los consume a ellos?  Antes se convocaba la imaginación al poder.  En la actualidad, la imaginación política parece estar extenuada (Castoriadis).  Los indignados parecen tener cierta vitalidad (muy utópica); pero en las instituciones no hay políticos sino gestores, no hay gestores sino candidatos a un sin fin de escándalos de corrupción. Parece que se ha vuelto a instalar la guillotina en multitud de plazas de la Concordia; y no paran de cortar cabezas de políticos. La caída de las figuras de la autoridad, no sólo de los políticos sino de todas en general, no parece tener fin.  ¿Cómo encarar esta debacle sin fin del Otro de la autoridad?  ¡¿Con qué comités de ética?!  Los movimientos altermundistas constituyen una izquierda pulverulenta. ¿Cómo recuperar la orientación política cuando las instituciones políticas parecen cada vez menos capaces de responder a los problemas de los ciudadanos, cuando las decisiones emigran, cuando no hay un modelo alternativo claro al sistema de mercado?  ¡Cuánta incertidumbre introduce el hecho de que en una sociedad abocada al desastre climático y ecológico las instituciones no sean capaces de tomar medidas efectivas!  ¡Qué esperar o qué temer de la diabólica alianza de la tecnología y los mercados!  ¿Cómo enfocar esta crisis universal de valores: financieros, políticos, sociales y morales, esta globalización de la desvalorización?
Asistimos  una inflación de lo imaginario, a una proliferación asombrosa de imágenes, a una erosión de la significación por exceso. ¿Qué consecuencias tiene para el sujeto esta sociedad del espectáculo, la promoción del voyeurismo, el exhibicionismo y la confesión pública, como modalidades de goce públicas?  El pluralismo y la tolerancia han ampliado el espacio de la libertad.  Pero sigue en pie la pregunta de ¿cómo educar en la era del hiperindividualismo y el exhibicionismo? ¿No es el planteamiento en términos de víctimas y verdugos, en todos los ámbitos de la reflexión social, una consecuencia de esta inflación de lo imaginario?  Por otro lado, vivimos en plena biocracia, en una sociedad  obsesionada por el cuerpo y también por la salud, una sociedad que nos hace sentir a todos, en un momento u otro, como delincuentes sanitarios.  ¿Qué ocurre con el cuerpo en esta sociedad? 
¿Qué ocurre con la diferencia sexual, en una era de igualitarismo a ultranza, de queer theory, bancos de semen y úteros de alquiler (aunque para esos últimos haya que viajar)?  La reproducción parece haberse liberado de la sexualidad, al revés de cómo se había liberado la sexualidad de la reproducción, en los años ‘60 con la invención de la píldora anticonceptiva. ¿Qué orden o desorden sexual se manifiesta en la nueva era de la incertidumbre? Dispersión de las identidades sexuales, de las orientaciones sexuales, naturalización de la perversión, imperativo de goce generalizado, cibersexo, turismo sexual, ¿qué más?
Una de las consecuencias más inquietantes de la hipermodernidad sobre el sujeto es la desregulación de su relación con el tiempo.  ¿No vivimos todos a un ritmo frenético, cada vez más acelerado, con la continua sensación de falta de tiempo, como si estuviéramos apagando fuegos?  Hay un personaje en una película de Woody Allen que dice: “Me voy a suicidar.  Sí.  Eso. Voy a volar a París y me tiraré de la torre Eiffel. Después estaré muerto. Pero si vuelo en el Concorde podré estar muerto tres horas antes.  Espera un momento.  Con la diferencia horaria podría estar vivo seis horas más en Nueva York y tres horas después de muerto en París.  Podría arreglar algún asunto y al mismo tiempo estar muerto.” Así vivimos en un estado de urgencia permanente que no tiene ninguna gracia salvo en las películas de Woody Allen.  Los síntomas -paralizaciones, ralentizaciones, desincronizaciones- proliferan.  ¿Cómo educar, cómo hacer trabajo social, cómo hacer un análisis, cómo llevar a cabo una política, bajo la tiranía de la urgencia, la dictadura del corto plazo? ¿Cómo evitar la consecuente desatención al futuro que produce este estado de urgencia?  Y mientras unos aceleran al límite de sus capacidades, otros –desempleados, jubilados o jóvenes ni-ni– son expulsados fuera del tiempo social.
En definitiva, ¿qué mundo es ése y qué nuevos malestares se gestan en él?   ¿Cómo recuperar cierto sentido de la orientación en estos tiempos de crisis e incertidumbre?  


 Alín Salom




[1] Comentario recogido por Neus Carbonell. Seminario del VIII Congreso de la AMP. http://www.cdcelp.org/ensenyanzas/ensenyanzas_ficha.asp?idactividad=159 www……